UNA VENTANA AL PASADO

Por fin podemos mostrar la portada y la contraportada definitivas de la segunda parte de El Mañana de Ayer Sombra, 

titulada:  Una Ventana al Pasado.

Acabamos de recibirla recien horneada y modelada por las manos del magnífico dibujante e ilustrador que tengo por hermano, 

Felipe Mejías, que ha hecho un hueco en su apretada agenda para regalarnos, una vez más, una joya inédita.

 

312  páginas 
PVP 12,50€.

ISBN 10: 84-616-0931-X

ISBN 13: 978-84-616-0931-4

LECTURA APTA PARA TODOS LOS PÚBLICOS 

Ilustraciones de Felipe Mejías 

En Una Ventana al Pasado Juliette aprenderá de sus errores y de sus miedos, lo que le permitirá descubrir el motivo y el origen de las capacidades excepcionales que posee, así como lo que ocurrió realmente la noche de la muerte de sus padres. Para ello, tendrá que sortear los numerosos peligros que le acecharán desde la oscuridad de un antiguo compañero de viaje, cuya envidia y rencor la persiguen desde tiempos inmemoriables y que aún, a día de hoy, no cesa en su empeño de acabar con su vida.

(Iglesia Saint-Pierre)

Escenas de Una Ventana al Pasado

… una densa niebla sorprendió a Juliette en plena carretera…

Conducía casi a ciegas y ni siquiera las luces antiniebla conseguían mejorar la situación. Estaba cansada, agotada, sentía los ojos pesados, tenía sueño y, a pesar de todo, no le quedaba más remedio que mantenerse alerta…

De súbito, algo apareció delante de ella, frenó e intentó esquivarlo, pero no hubo suerte. Sintió el fuerte golpe contra el capó del coche, al tiempo que su cuerpo era lanzado hacia delante por la inercia y la velocidad que llevaba el vehículo antes del frenazo…

Aún conmocionada, intentó desabrocharse el cinturón para ver qué había atropellado, pero alguien se le adelantó. Su puerta se abrió y una figura humana tiró de ella, sacándola con violencia del coche…

…Unas horas más tarde, Juliette despertó atada de pies y manos. Estaba tendida, boca arriba sobre sus brazos, en una cama sucia y zarrapastrosa. Debía llevar una o dos horas dormida en aquella posición, incómoda y dolorosa. Le dolían las manos, sobre todo las muñecas. La cinta adhesiva las aferraba fuertemente cortando el riego sanguíneo hacia sus dedos. Tenía las manos y los brazos totalmente entumecidos y llenos de hormigueos que subían hacia los hombros.

Intentó recordar lo sucedido en busca de alguna pista que le pudiera indicar por qué se encontraba en aquella situación, pero no encontró nada. No había podido ver el rostro de sus captores y desconocía por completo el sonido de sus voces. No había ningún rasgo de familiaridad en ellas que le permitiera reconocer a ninguno de los secuestradores. De repente, una imagen le vino a la memoria. Se vio nítidamente en el interior del coche de Patrick, rodeada por una densa niebla. Era el día de su primer encuentro con él y se sentía muy asustada, porque la imagen de la bruma rodeando el coche le recordaba el sueño que había tenido aquella noche. Entonces, cayó en la cuenta. Aquel sueño no había estado relacionado con Patrick sino con lo que acababa de sucederle. Su capacidad para ver el futuro en sueños le había revelado, con más de tres meses de antelación, el suceso que ahora estaba viviendo. Desgraciadamente no recordaba nada sobre el desenlace del sueño, sólo imágenes aisladas que le confirmaban que se encontraba en el lugar de aquella visión: las paredes desconchadas, la cama mugrienta y el suelo de madera levantado por la humedad y el deterioro, además del olor a rancio que había en el ambiente…

   -¡Enfermera, cargue un miligramo de adrenalina! –Ordenó el neurocirujano que había operado a Juliette.

   -Aquí tiene –se apresuró a entregarle la jeringuilla.

   -Carga las palas de nuevo –pidió, al otro cirujano, mientras inyectaba la adrenalina directamente en el corazón de Juliette. En ese momento, Juliette abrió los ojos y vio al personal sanitario alrededor de ella dentro del quirófano.

   -¡Fuera! –Exclamó el médico para que todos se apartaran, mientras ponía las palas sobre el pecho de Juliette, para realizar la descarga.

Asustada por lo que sabía que el médico iba a hacer estando ella despierta trató de levantarse de la camilla, pero su cuerpo no respondió. Era capaz de ver y oír con total claridad todo lo que estaba sucediendo a su alrededor, pero fue incapaz de mover un solo músculo de su cuerpo. Desconcertada por el extraño suceso, cerró los ojos en un absurdo intento de protegerse contra la corriente eléctrica que aquel aparato estaba a punto de descargar sobre ella. Oyó el desfibrilador realizar la descarga y el golpe de su cuerpo contra la mesa del quirófano, al contraerse por la electricidad que travesó cada una de las células de su cuerpo, pero no sintió ni el más mínimo dolor. Abrió los ojos de nuevo y se vio flotar por encima de los médicos. A metro y medio bajo ella, se vio, a sí misma, inerte, mientras el personal sanitario intentaba reanimarla. Vio los esfuerzos  infructuosos de los cirujanos por recuperar la vida de aquel envoltorio de carne y hueso…

 ¡Esperamos que os guste la nueva entrega!