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lunes, 26 de enero de 2015

Hemos vuelto a nacer

Espero que nos perdonéis por tener bastante abandonado el blog, pero, la verdad, es que hemos tenido mucho ajetreo.
Estas pasadas Navidades teníamos previsto regresar a Mallorca de promoción, pero la marcha de un ser querido al otro lado en esas fechas nos hizo volar a Salamanca e intentar ayudar en lo posible a la abuela antes de que se marchase con el abuelo.
Es triste ver cómo una buena persona sufre y se va apagando de la manera en la que lo hizo, pero por suerte sabemos que no ha sido su final sino un paso duro y necesario por el que debía transitar para volver al mundo del que un día bajó y en el cuál sábemos que volveremos a estar con ella.

Nos quedan sus consejos y su sabiduría, la dignidad y la entereza con la que enfrentaba las adversidades y la bondad que desprendía a todos los que en alguna ocasión tuvieron el honor de conocerla.
Ahora se ha unido al grupo de ángeles que nos guía en sueños y a través de ellos nos muestran las futuras adversidades que debemos superar y las recompensas que obtendremos si somos fuertes y cumplimos nuestra prueba de vida sin hacer mal a nadie.

Sabemos que ella y muchos otros, con nombres y apellidos, hicieron un alto en sus quehaceres celestiales para protegernos el pasado 7 de enero en el que Cristina, su nieta, y yo fuímos atropellados en un paso de peatones cuando cruzabamos la calzada.

Tras el impacto, por un momento creí que había perdido a Cristina. A mí el coche me golpeó las piernas y me hizo caer al suelo, perdiéndola de vista, pero fui capaz de oír el golpe de su cabeza sobre el asfalto.
A ella la atropelló primero, yo sólo vi el coche en mis piernas, pero ella voló por encima del capó y acabó cayendo de espaldas al suelo, fue entonnces cuando oí el golpe. Nunca olvidaré ese sonido, creí que el coche la había matado.
Intenté ponerme en pie y casi lo consigo, pero mi pierna izquierda no respondía igual que la derecha y volví a caer al suelo.
En mi cabeza sólo estaba Cristina, quería saber cómo se encontraba y en mi mente tenía la idea fija de hacerla Reiki en seguida. Al fin, un ciclista se me acercó y me ayudó a levantarme. Mis ojos veían como a través de un túnel y sólo era capaz de ver lo que tenía directamente frente a ellos, así que moví la cabeza para buscar a Cristina y la vi en el suelo boca arriba quejándose de dolor.
Creo que también fue el ciclista quién  la ayudó a levantarse, pero no estoy seguro, me encontraba conmocionado y sólo pensaba en hacerla Reiki.
La persona que nos atropelló y el ciclista nos ayudaron a montarnos en el mismo coche que nos había lanzado por los aires minutos antes y nada más sentarme junto a Cristina le puse la mano en la cabeza y pude notar como tres enormes chichones crecían y crecían en su cabeza.
Intenté serenarme y comencé a hacerla Reiki, aunque con mucha dificultad para concentrarme: el dolor de mis piernas, el miedo a perder a Cristina, que intentando hacerse la fuerte se tragaba las lágrimas, fingiendo que estaba bien, para no asustarme aún más.
Todo su esfuerzo por ocultar la verdad de lo que sentía fue en vano, no pudo engañarme, yo sabía que estaba más asustada de lo que lo había estado nunca y con razón, acababa de volver a la vida, pero no sabía si por mucho tiempo y yo pude sentir todo eso dentro de mi.
Consciente de que estaba entre la vida y la muerte, aunque fuese capaz de hablar y moverse, continué haciéndola Reiki durante todo el trayecto. El miedo a perderla escapó de mí en forma de un par de lágrimas disimuladas que nadie vio, pero que fueron la vía de escape que usó mi cuerpo para deshacerse de las dudas del futuro desenlace y afianzarse en aumentar la intensidad con la que la Energía del Universo fluía a través de mi cuerpo hacia la cabeza de Cristina, consiguiendo que, poco a poco, aquellos hematomas que no paraban de crecer comenzasen a menguar hasta tal punto que, media hora después, cuando llegamos al hospital se habían reducido a la mitad y casi una hora más tarde, cuando por fin la doctora de urgencias reconoció a Cristina, los chichones habían desaparecido, quedando la zona dolorida.

El diagnostico quedó en latigazo cervical, con ligero desplazamiento de mandibula y columna, nada comparado con lo que habría sido si esos hematomas hubieran seguido creciendo.

Como os digo, sé que un ejercito de amigos espirituales estuvieron a nuestro lado en todo momento, intentando que el atropello no fuese mortal.

Muchas gracias, abuelos, padres y amigos que nos asististeis en aquel momento, aparcando vuestros quehaceres para echarnos un cable.



Con respecto a la tercera y última parte del libro, "La Mañana de Hoy. Luz", os pido paciencia y perdón por la tardanza. Queríamos haberla tenido lista para estas pasadas Navidades, pero entre salir a vender y un montón de trabas que nos han aparecido en el camino nos han imposibilitado poder tener tiempo para escribir y no nos ha sido posible llegar a la fecha de entrega, que a muchos os hemos dicho a través de las librerías.
No os vamos a dar fecha de finalización exácta, porque desconocemos cómo van a ir las cosas, pero espero que ahora que no podemos andar mucho y, por tanto, no vamos a salir a vender libros, podamos ponernos manos a la obra y terminar la historia.
Sí os puedo adelantar que habrá nuevos personajes, además de los ya existentes, algunos de los cuales verán como sus vidas adquieren una pincelada mágica casi de la noche a la mañana.
Tenemos escritos ocho capítulos y vamos por la mitad de la historia, así que es posible que tardemos un poco en concluirla.
Sed pacientes, porque el último libro valdrá la pena y mientras esperáis podéis hacernos el favor de recomendar la historia y ayudar así a que tengamos que salir a vender menos días al mes y podamos dedicar ese tiempo a terminar el libro.


Os recordamos que seguís teniendo los libros: "El Mañana de Ayer. Sombra" y "Una Ventana al Pasado" en las librerías que aparecen en este blog.

Muchas gracias por vuestra acogida y Feliz Año, aunque llegue un poco tarde.

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