Tercer
día de confinamiento, salgo a la calle para ir al médico. Necesito que me
recete unos analgésicos y por el camino me topo con una patrulla de la policía
local y dos de la guardia civil. Nadie me para ni me dice nada: ¿por qué iban a
hacerlo?, he salido para ir al médico, no estoy cometiendo ningún delito y
termino la salida sin incidentes.
A
las 17 horas decido ir al supermercado.
No he recorrido ni 100 metros cuando veo que una patrulla ha parado a un
motorista. Sólo oigo que le dice que se ponga bien el casco y que vaya directo
a casa. Miro la escena y el guardia del coche me da el alto. Espero a que
aparque el vehículo y se acerque a mí.
-No
entiendo por qué me para, voy al supermercado –le digo al chico de la moto.
-Pues igual que yo –responde el muchacho,
que se marcha en cuanto el agente le dice que puede irse.
-¿A dónde va? –me pregunta en cuanto se
acerca a mí, bien protegido con guantes y mascarilla, seguido por su compañero
que también ha bajado del coche de la misma guisa.
-Al supermercado –le respondo con la bolsa
amarillo fosforito del Alcampo que llevo plegada en la mano, mientras pienso:
es evidente a dónde voy, llevo una bolsa para la compra en la mano.
-Usted no es de por aquí –me dice y me veo obligado
a darle todo tipo de explicaciones que en realidad no deberían venir a cuento,
pero el agente parece que se aburre y tiene que acosar al personal.
Tras
el absurdo interrogatorio, ya sabe dónde vivo, por qué vivo ahí, a qué me
dedico y adónde voy. Creo que no me llega a pedir el DNI para no tener que
cogerlo y estoy seguro de que me he librado de que me ponga mirando a Cuenca y
me haga una exploración rectal para ver si llevo armas de destrucción masiva en
el intestino, porque teme que pueda ser portador del virus y lo contagie.
Una
cosa es asegurarse de que la gente acata las normas de seguridad y otra muy
distinta acosarlos como si fuesen delincuentes a punto de cometer un delito o terroristas
con un cinturón bomba adosado a su cuerpo.
Si
tienes dudas está bien que preguntes, pero no acoses a quién sólo intenta
conseguir algo de comida.
Dos
cientos metros más adelante me paró otra patrulla, de un cuerpo distinto, y me
hizo la misma pregunta absurda, porque era evidente a donde iba con la bolsa en
la mano, pero gracias a Dios se conformaron con mi respuesta y me dejaron
marchar sin más problema, como debería haber hecho el agente inicial en lugar
de extralimitarse en su cometido.
Me
pregunto si someterá al mismo acoso a las personas que salen a sacar a su
perro, ¿se imaginan?
-¿A dónde va usted? –Preguntaría el agente
con aires de superioridad.
-Estoy paseando a mi perro –le diría la
persona.
-¿Es eso cierto? –Preguntaría el agente al
perro para confirmar la versión del humano.
-No señor agente –diría el perro-, me saca
a pasear para tomar el aire. ¡Por favor libéreme de esta esclavitud! ¡Estos humanos
ya no saben qué hacer para escapar del confinamiento, hoy es la octava vez que
me saca!
Bromas
aparte, está claro que debemos cumplir las normas que, según nos dicen, son
para proteger la salud de todos los individuos y si es así no tengo ningún
problema en acatarlas y si ese no es el objetivo real tampoco me voy a
sublevar, porque ya sea por nuestra salud o por nuestra integridad física es
mejor no llevar la contraria al poder, puesto que, tal y como está el patio, puedes
acabar dando con tus huesos en la cárcel a la más mínima discrepancia.
Para
nosotros es un engorro estar confinados, pero creo que es aún peor que nos
traten como a criminales. Sea como sea, lo que es irrefutable es que desde que
no salimos las calles están más limpias, excepto por las cagaditas de las
pobres mascotas que los guarros de sus dueños no recogen. ¿Por qué a esos no
los reprende ningún guardia, ni los persigue para adosarles una buena multa por
no recoger los excrementos? Sería una buena fuente de ingresos para los
ayuntamientos y obligaría a que la gente se concienciara. ¿Acaso no es un
delito miccionar en la vía pública y no digamos lo otro? Si te paras a pensarlo,
son millones de bacterias que cada día por cada perro, al menos dos veces
diarias se depositan en la vía pública, sin contar los virus o los parásitos
que pueden llevar como polizones, ¿qué pasa, qué eso no es una fuente de
contagio? Lo es y muy grande, pero como no se contagia con la misma rapidez que
el Covid19, pues no pasa nada. Pues para quien no se haya parado a pensarlo ahí
va esta bomba: toda esa mierda lleva millones de gérmenes patógenos para el ser
humano y como nos da asco procuramos no pisarlas para no llevarlas a casa, pero
lo que no sabéis es que esas bacterias son esparcidas por las lluvias o por el
simple rocío de la noche que moja la acera creando una película húmeda por la
que las bacterias pueden desplazarse hacia zonas donde no se ve indicio ninguno
de excremento, luego pasamos por ahí y nos lo llevamos en nuestros zapatos. Pero
esto no es todo, cuando sopla viento parte de esa materia fecal es arrastrada
por el aire y acaba entrando en nuestra nariz, nuestra boca, ojos, o
impregnando nuestra piel y nuestras ropas. Después nos preguntamos por qué
tenemos esta u otra infección, pues ahí puede estar la respuesta, pero
tranquilos no es el covid19.
No
recuerdo unas calles menos llenas de basura que cuando hace más de 30 años mi
abuela y sus vecinas salían todas las mañanas a barrer y limpiar con lejía su
parte de acera. No digo que retomemos las buenas prácticas cívicas de nuestras
abuelas, que sería lo apropiado, pero por lo menos seamos limpios y depositemos
cada tipo de basura en su contenedor correspondiente. Porque esa es otra, está
el que todo lo tira al suelo y el que tiene un mínimo de conciencia, que lo
tira todo al contenedor de orgánica. Todo por vagancia, porque no cuesta nada
separar la basura y depositarla en su contenedor correspondiente, que encima la
mayoría de las veces están unos al dado de los otros y si el del cartón o el
vidrio está a 50 o 100 metros date un paseíto que es bueno para la salud. Pero no,
los hay que se dejan una pasta en el gimnasio para correr en una cinta y luego
les da pereza ir hasta el contener del vidrio o del cartón.
Hace
ya un mes, hubo un derrumbe de basura que sepultó a dos trabajadores. Después
la basura se incendió y los gases tóxicos llegaron a la población, que en
seguida salió a manifestarse por la mala gestión de los residuos. Tenían toda
la razón en ello, pero debían de mirar un poquito también su ombligo. Es cierto
que la autoridad competente lo hizo mal, pero los únicos responsables de que
esa basura existiera eran los ciudadanos que ahora se estaban comiendo los
gases tóxicos y quién sabe si también bebiendo las aguas contaminadas. Si se
hubieran dignado en separar los residuos y los hubieran depositado en sus respectivos
contenedores, esa montaña tóxica sería una compostera gigante de la que se
podría sacar toneladas de humus para fertilizar los campos en lugar de ser un
peligro para la salud.
Otro
beneficio del confinamiento es la limpieza del aire. En china han podido ver el
azul del cielo después de décadas sin verlo, como suele decirse no hay mal que
por bien no venga. Y no digo que haya que alegrarse por la epidemia sino que hay
que intentar ver el lado positivo. Y es que es normal que el aire estuviese hecho
una mierda, una vez más por nuestra vagancia. Cogemos el coche para ir al
supermercado que está dos o tres calles más abajo y luego nos quejamos de lo
caro que están los combustibles. Es lógico que suban, las grandes empresas sólo
quieren beneficios y no se contentan con ganar mil millones al año, sino que al
año siguiente quieren ganar dos mil millones y nosotros se lo ponemos a huevo.
Mira como ahora el precio del petróleo está bajando, se usa menos el coche,
bajan las ventas y como consecuencia se abaratan los precios, pero claro, da
pereza ir a pie al supermercado, pero después mi hora del gimnasio que no me la
quite nadie. ¡Somos literalmente idiotas! Y después del super tengo que recoger
al niño del colegio, pobrecito, no vaya a ser que me lo secuestren por el
camino o que se tuerza el tobillo por la caminata hasta casa, así que otra vez
a por el coche. Seamos sensatos, si el niño tiene edad para tener móvil, ver
por internet lo que le venga en gana y salir a la calle para estar con los
amigo sin la supervisión de un adulto, tiene edad suficiente como para volver a
casa solito y si no, pues te das un paseíto: haces ejercicio, fortaleces y
estilizas las piernas y de paso recoges al niño del colegio. Te beneficias tú y
lo beneficias a él, pues hace ejercicio contigo y le enseñas con el ejemplo. ¡Cómo
va a hacer después caso en casa si al recogerlo lo estás tratando como si
tuviese cinco años cuando ya es casi un adolescente! Quizás sea más alto que
tú, pero si lo tratas como un a niño pequeño al evitarle que adquiera autonomía
y responsabilidades, luego no te sorprendas ni te quejes si prefiere
comportarse como el niño que has ido a recoger al cole.
Otra
cosa que me resulta incomprensible de cómo se está tratando el tema de la
epidemia son las medidas de protección que se están tomando, cuando se supone
que a pesar de ser un virus muy contagioso resulta que para la mayoría, excepto
para un grupo determinado de población que sí corre peligro, es como una simple
gripe. No quiero decir que sean excesivas, toda precaución es poca cuando se
trata de salud y es precisamente ese concepto el que me preocupa.
Hace
una semana, Cristina y yo, al igual que otros muchos viandantes, caminábamos
por la acera y en la acera de enfrente que daba paso una extensión de vegetación
había dos personas ataviadas con mono blanco, guantes, gafas y mascarillas que
no llevaban puestas, pero debían hacerlo mientras echan herbicida. Un producto
tóxico para las plantas y para las personas porque de lo contrario, ¿por qué
los operarios debían ir tan protegidos? Pues bien, corría el viento y todo el
veneno acabó sobre Cristina, sobre mí y sobre el resto de los peatones. Nada más
llegar a casa tuvimos que darnos una ducha y poner toda la ropa a lavar. ¿Qué
pasa que no puedo pasear libremente por la calle porque hay un virus suelo,
pero sí puedo caminar por donde se está echando veneno que me estoy comiendo
literalmente? ¡Incongruencias de los gobernantes! Ambas cosas son igual de
peligrosas y deben protegernos de ellas, ¿por qué entonces utilizar venenos
para controlar el crecimiento de una hierba? ¿Y por qué nos empeñamos en
matarlo todo con veneno? Utiliza medios más naturales y respetuosos con el
medio ambiente y con las personas, que los hay. ¿No se puede desbrozar la
hierba y ya está? Ah, no, que a la semana siguiente hay que volver a cortarla y
con el veneno nos libramos durante unos meses el tener que contratar personal.
Ahorremos dinerito de las arcas públicas que cuanto más ahorremos más
incentivos tendremos a fin de mes los que lo gestionamos. No lo digo por decir,
lo he vivido trabajando para la administración pública. Nos envenenan con
herbicidas para ahorrar el dinero que después se va en incentivos y gastos innecesarios.
Nos estafan en nuestras narices, pero no pasa nada, al año siguiente los
seguiremos votando. ¡Qué va a ser de nosotros si no tenemos quien nos ordeñe! ¡Ve,
veeehh!
Eso
es lo que podemos ver a nivel de ciudadano, lo que no vemos, porque no lo
tratamos directamente, son los venenos que echan a nuestra comida para evitar
las plagas y no hablemos ya conservantes. Llegará el día en el que los
cementerios estén llenos de cuerpos incorruptos, perfectamente conservados por
Es artificiales. Si es que es normal que haya plagas cuando se cultivan hectáreas
de una misma planta. La naturaleza es sabia y crea sus propios controles sobre
la superpoblación de una misma especie, pero nosotros nos empeñamos en ir
contra ella y sembramos tropecientas hectáreas de trigo, por poner un ejemplo,
y la naturaleza dice: ¡el trigo nos invade! ¡A por él!... y los insectos que se
alimentan del trigo empiezan a comer y como tienen comida de sobra empiezan a
procrear y a procrear hasta hacerse una plaga que de forma natural neutraliza
la expansión del trigo. A esto le siguen los pájaros que ven abundancia de
insectos y se ponen a comer y a procrear y después vienen las rapaces y se
ponen a capturar pájaros y al final el trigo es controlado, los insectos son
controlados y los pájaros son controlados. Pero, ¿qué hace el hombre? Grita:
¡peligro los insectos se comen el trigo!... ¡veneno a discreción!... y matan a
los insectos, los pájaros comen los insectos envenenados y también sucumben. Pero
tranquilos, no pasa nada. Las grandes multinacionales tienen trigo de sobra
para poder especular con él y vendérnoslo a precio de oro. ¡No! ¡No estoy
sugiriendo lo que piensas! ¡Gracias a esas multinacionales nosotros podemos
comer pan, pan envenenado, pero pan y a un precio superior al real, pero nos
garantizan que nos muramos de hambre, de otra cosa probablemente sí, pero no de
hambre, y además, ¡nos han librado de los molestos insectos y de esos estúpidos
pájaros que me cagan el coche por la noche! Y ahora mejor todavía, están creando
comida mutante que no pueda ser atacada por los insectos, no sé si será muy
bueno, aunque si alguna noche descubro que puedo ver en la oscuridad por la luz
que desprendo les daré las gracias porque así me ahorro encender la luz, que el
recibo está cada vez más caro. ¡Veis! ¡Son todo ventajas!
Pero
tranquilos, no nos preocupemos, mejor morir lentamente por el envenenamiento de
la comida, del agua o del aire que respiramos que morir repentinamente por un
virus.
Y si
nos quedamos estériles como consecuencia de esos venenos, pues bien venido sea,
tal y como está el mundo para que traer descendencia, le estaremos ahorrando
sufrimiento a nuestros no futuros hijos.
Fuera
ya de toda ironía, deberíamos replantearnos nuestra existencia en este mundo egoísta
controlado por el dinero, representado por los todo poderosos banqueros y
grandes mercados, no los de comida, si no los inventados para poder fabricar
dinero con la especulación de los productos que necesitamos para vivir. Como
nos está demostrando este virus, da igual el dinero que tengas, tus creencias,
tu raza o tu inclinación sexual, para él todos somos iguales. Parece mentira
que algo tan evidente deba demostrárnoslo un virus, cuando tendría que formar
parte intrínseco de nuestro ADN mental.
Antes
o después todos vamos a morir y yo prefiero ser recordado por mi simpatía (espero
tener al menos un poquito) que por mi codicia, prefiero que me recuerden por
aportar un granito de arena a facilitar la vida en este planeta que por ser
dueño del mismo o de mil empresas. Prefiero disfrutar plantando un árbol que cuando
crezca quién sabe si servirá para proteger del sol o de la lluvia a mis hijos o
a tus hijos e incluso proveerlos de alimento, que ver como consigo que crezcan
los números de mi cuenta bancaria, mientras contribuyo a la destrucción de las
familias y del planeta.
Vivimos
aislados del resto del mundo incluso en nuestro propio edificio, apenas nos
relacionas con nuestro vecino de al lado y nos importa un bledo lo que les
ocurra a los que están a cientos de kilómetros de nosotros, pero como estamos
viendo ahora debe importarnos hasta el vuelo de una mariposa al otro lado del
mundo, porque en su batir de alas, quizás nos esté alertando del peligro que se
aproxima y del cual intenta escapar. Este planeta es esférico y al igual que si
ponemos una gota de agua sobre un naranja y la hacemos girar podemos ver como
la gota se reparte por su superficie, llegando a todas partes mientras la
estemos moviendo, del mismo modo se comporta la Tierra y el perjuicio que
hacemos en una parte de ella acabará llegando a nuestra puerta. Y cuando eso
ocurra no importará que seamos multimillonarios porque quizás el que pueda
ayudarte a salir del tormento sea el mendigo que te cruzas al ir a la oficina y
al que miras con asco y desprecio.
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